domingo, 8 de enero de 2012

Relatos para el crecimiento personal

 Llenar la casa

Un anciano en su lecho de muerte llamó a sus tres hijos y les dijo:


- No puedo dividir en tres lo que poseo, eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil y más inteligente. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Cogedla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo.
Se fueron.


El primero compró paja, pero sólo pudo llenar la mitad de la casa.


El segundo compró sacos de plumas, pero no pudo llenar la casa mucho más que el anterior.


El tercer hijo —que consiguió la herencia— sólo compró una vela, esperó a la noche, la encendió y llenó la casa de luz.


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NO TRABAJES DEMASIADO




Noticia aparecida en el New York Times:


Los directivos de una empresa de publicidad intentan averiguar por qué nadie se percató de que uno de sus empleados estuvo muerto sentado en su mesa, durante 5 días sin que nadie se interesara por él ni le preguntaran qué le ocurría.


George Turklebaum, de 51 años de edad, que trabajaba como revisor en una empresa de Nueva York desde hacía 30 años, sufrió un paro cardíaco en la oficina que compartía con otros 23 trabajadores. El lunes por la mañana llegó a trabajar, discretamente, pero nadie notó que no se marchó nunca hasta que el sábado por la mañana el personal de limpieza preguntó qué hacía trabajando en fin de semana.


Su jefe, ElliotWachiaski, declaró:


- George siempre era el primero en llegar por la mañana y el último en marcharse por la noche, por lo que a nadie le pareció extraño que estuviera continuamente en su sitio sin moverse y sin decir nada. Era bastante reservado y su trabajo le absorbía.


Un examen post mortem reveló que llevaba muerto 5 días tras sufrir un infarto.


Por favor, de vez en cuando dale una palmadita en la espalda a tu compañero y pregúntale aunque sea por su familia. Si no te contesta y ves que se cae, sospecha.






Maestro: No llegues el primero, no te vayas el último y no trabajes demasiado, porque… ¡NADIE SE VA A DAR CUENTA!.


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LA CHICA A CUESTAS




Dos monjes regresaban a su templo y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques. Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo, convertido en un torrente a causa de la lluvia, donde encontraron a una hermosa muchacha vestida con un kimono de seda, la cual no se atrevía a cruzar temerosa de mojar y manchar sus mejores ropajes.


Uno de los monjes, casi sin detenerse, la cargó a cuestas y la llevó hasta el otro extremo del riachuelo. La chica agradeció el gesto y los dos hombres siguieron su camino. Su compañero no dijo ni una sola palabra. Al caer la noche, los dos amigos encontraron alojamiento en un monasterio. Entonces el otro monje no pudo contenerse más y le recriminó:


- ¿Cómo pudiste llevar a aquella muchacha a cuestas? Se supone que nosotros, los monjes, debemos mantenernos alejados de las mujeres, especialmente si son jóvenes y bonitas. No hacerlo así es peligroso…


- Yo la dejé del otro lado del arroyo. —interrumpió el monje cuestionado con una amplia sonrisa— ¿Tu aún sigues llevándola? Debes de estar cansado habiendo cargado con ella todo este tiempo...


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LA VERDAD TOTAL


Mientras el demonio estaba hablando con sus amigos, se fijaron en un hombre que caminaba por la calle. Siguieron su recorrido con los ojos y vieron que se agachaba para coger algo del suelo.


- ¿Qué ha encontrado? —Preguntó uno de sus amigos.


- Un pedazo de la Verdad. —respondió el demonio.


Sus amigos se preocuparon muchísimo. Al fin y al cabo, un pedazo de la Verdad podía salvar el alma de aquel hombre y tendrían una menos en el Infierno. Pero el demonio, imperturbable, seguía contemplando el paisaje.


- ¿No estás preocupado? —Le dijo uno de sus compañeros— ¡Ha encontrado un pedazo de la Verdad!


- No me preocupa en absoluto —respondió el demonio— ¿Sabes qué hará con este pedazo? Como siempre, creará una nueva religión. Y alejará muchas más personas de la Verdad total.

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EL TORNILLO 


El dueño de una fábrica estaba sumamente preocupado porque su principal máquina, la que hacía posible la producción se había averiado y tenía al personal de brazos cruzados, con las consecuentes pérdidas que estaba generando.

Angustiado buscó a un mecánico experto que pudiera arreglar la máquina.

El día que acudió el mecánico tardó 5 minutos en apretar un simple tornillo que formaba parte del engranaje

El dueño de la fábrica pasmado, pero satisfecho agradeció la labor al mecánico y le pidió la factura de sus honorarios

- Bien, la factura asciende a 3000€ caballero. Dijo el mecánico

-¿Cómo? Si solo ha apretado un tornillo y tan solo ha empleado 5 minutos en ello… su precio es abusivo.- Contestó indignado el dueño de la fábrica.
- Bueno, verá, la clave no está en que he apretado un tornillo, sino en que sé cual apretar para que su fábrica no permanezca parada.


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EL LIMPIACRISTALES 


Un chaval entra en una droguería y propone:

- Buenos días. Venía por el anuncio de trabajo que tienen en la puerta, veo que necesitan un ayudante...

- ¡Perfecto! Me vienes muy bien. Tengo que ir a hacer unos recados. Te explico cómo funciona la tienda y te quedas tú. Mira, tenemos una técnica de marketing que consiste en vender en el producto estrella del día, todo el que entre en la tienda se lo tiene que llevar. Por ejemplo, el de hoy es un limpiacristales.

Suena la puerta y entra un cliente. El droguero le dice al chaval:

- Mira cómo lo hago yo.

- Buenos días. Quería una lata de pintura blanca.

- ¡Muy bien!

El droguero le saca la lata de pintura y un bote de limpiacristales.

- ¡No ,no, no! Yo sólo he pedido una lata de pintura...

- Ya, pero me he tomado la libertad de pensar que si me compra la lata de pintura es porque va a pintar, ¿no?

- Pues, hombre, ¡claro!

- Ya sabe que al pintar se manchan los cristales de la casa, y qué mejor producto para limpiar los cristales que un limpiacristales, que además es el producto estrella del día y lo vendemos a mitad de precio. El cliente se marcha muy contento.

El droguero le dice al chaval:

- Qué, ¿has visto cómo se hace?

- ¡Sí, sí!, sin problemas. Márchese que ya me quedo yo.

Suena la puerta y entra una mujer.

- Buenos días. Quería un paquete de compresas.

- ¡Perfecto!

El chaval le saca el paquete de compresas y un bote de limpiacristales.

- ¡No ,no, no! Yo sólo he pedido un paquete de compresas...

- Ya, pero me he tomado la libertad de pensar que si me compra las compresas es porque tiene la regla, ¿no?

- Claro que sí...

- Pues ya que no va a hacer el amor en todo el fin de semana, por lo menos puede limpiar los cristales...


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EL CIRCULO DE LA ALEGRIA

Cierto día un campesino golpeó con fuerza la puerta de un convento. Cuando el hermano portero abrió, él le extendió un magnífico racimo de uvas.

- Querido hermano portero, estas son las más bonitas producidas por mi viñedo. Y vengo aquí para regalarlas.

- ¡Gracias! Las llevaré inmediatamente al abad, que se alegrará con este ofrecimiento.

- ¡No! Yo las he traído para ti.

- ¿Para mí?

El hermano se sonrojó porque consideraba que no merecía tan bello presente de la naturaleza.

- ¡Sí! —insistió el campesino—. Porque siempre que golpeé esta puerta tú me abriste. Cuando necesité ayuda porque la sequía había destruido mi cosecha, tú me dabas todos los días un pedazo de pan y un vaso de vino. Yo quiero que este racimo de uvas te traiga un poco del amor del sol, de la belleza de la lluvia y del milagro de Dios, que lo hizo nacer tan hermoso.

El hermano portero colocó el racimo frente a él y pasó la mañana entera admirándolo: era realmente precioso y por eso resolvió entregar el regalo al abad, que siempre lo había estimulado con palabras de sabiduría. El abad se puso muy contento con las uvas, pero se acordó de que había en el convento un hermano enfermo y pensó:

- Le daré el racimo. Quizá puede aportar alguna alegría a su vida.

Y así lo hizo. Pero las uvas no permanecieron mucho tiempo en la habitación del hermano enfermo, porque éste reflexionó:

- El hermano cocinero ha cuidado de mí durante tanto tiempo, alimentándome con lo mejor que tenía. Estoy seguro de que se alegrará con esto.

Cuando el hermano cocinero apareció a la hora del almuerzo, trayendo su comida, él le entregó las uvas.

- Son para ti —dijo el hermano enfermo—. Como siempre estás en contacto con los productos que la naturaleza nos ofrece, sabrás qué hacer con esta obra de Dios.

El hermano cocinero quedó deslumbrado con la belleza del racimo, e hizo que su ayudante observase la perfección de las uvas. Tan perfectas - pensó él - que nadie mejor que el hermano sacristán para apreciarlas; como él era el responsable de la custodia del Santísimo Sacramento, y muchos monasterios lo consideraban un hombre santo, sería capaz de valorar mejor aquella maravilla de la naturaleza.

El sacristán, a su vez, obsequió las uvas al novicio más joven, para que éste pudiera entender que la obra de Dios está en los menores detalles de la creación. Cuando el novicio las recibió, su corazón se inundó de la gloria del Señor, porque nunca había visto un racimo tan lindo. En ese momento se acordó de la primera vez que había llegado al monasterio y de la persona que le había abierto la puerta: había sido ese gesto el que le había permitido estar hoy en aquella comunidad de personas que sabían valorar los milagros.

Así, poco antes de caer la noche, llevó el racimo de uvas al hermano portero.

- Come y aprovecha —le dijo—. Porque pasas la mayor parte del tiempo aquí solo y estas uvas te harán muy feliz.

El hermano portero comprendió que aquel presente le había sido realmente destinado, saboreó cada una de las uvas de aquel racimo y durmió feliz.

De esta manera, quedó cerrado el círculo: el círculo de felicidad y alegría que siempre se extiende en torno a las personas generosas.


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COMO EMPIEZAN LAS GUERRAS


Un niño preguntó a su padre:

- Papá, ¿cómo empiezan las guerras?

El padre, por no decir que no lo sabía, contestó:

- Bueno, pues… verás. Tomemos como ejemplo la Primera Guerra Mundial. Todo empezó porque Alemania invadió Bélgica...

En este momento le interrumpió su esposa:

- Di la verdad. Empezó porque alguien mató a un príncipe.

El padre, con aire de superioridad, gritó:

- Bueno, aquí, ¿quién contesta la pregunta, tú o yo?

La esposa se lo quedó mirando y con aires de reina ofendida, salió dando un portazo que hizo temblar los cristales de toda la casa. Siguió un silencio embarazoso, después de lo cual el padre reanudó el relato. Pero el muchacho le cortó, diciendo:

- No te molestes, papá; ahora ya sé cómo empiezan las guerras.


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LOS PÁJAROS Y EL AMOR


Como los mayores daban demasiadas vueltas con la respuesta, las cuatro niñas decidieron preguntarle a su sabio preceptor:

- Maestro, dinos qué es el amor. Nuestros padres nos responden que lo sabremos cuando seamos mayores. ¿Acaso es algo malo?

- No es nada malo, más tampoco ellos están equivocados. No sabréis que es el amor hasta sentirlo. Pero, mientras, podemos aprender algo para reconocerlo. Mañana os daré un regalo.

Al otro día el preceptor les entregó cuatro pequeñas jaulas con un pájaro en cada una.

- Son para vosotras, pequeñas. Cuidad cada una el vuestro. Como veis, son pequeños, alegres y saben cantar. No quiero saber nada de ellos hasta que no os pregunte personalmente. Pero sobretodo que cada una cuide del suyo.

El tiempo pasó, y entre clase y clase el maestro vio que los rostros de las niñas cambiaban cada día. En sus gestos y miradas notaba alternativamente la felicidad, la preocupación, la melancolía o el júbilo; a veces todas parecían tristes o las cuatro eran una expresión de alegría. Cuchicheaban entre ellas y era evidente que se morían por contarle algo. Tras un par de meses, en los que vio en las niñas el paso de todos los sentimientos, les pidió que al día siguiente trajeran sus jaulas.

La primera en hablar fue la que parecía más contenta con el suyo. Lo había puesto en una jaula más grande, con sus pequeños columpios para saltar y tacitas de agua para beber.

- Veo que tu pajarito está muy bien acostumbrado a su nueva jaula. Está gordo y parece saludable. Más no oigo que cante, dijo el tutor.

- Es verdad. No me había dado cuenta, respondió la niña. ¡Parece tan contento!

- Es evidente que lo quieres. El amor es cuidar a quien amamos, pero también hay que escuchar y saber qué quiere de nosotros. Posiblemente esté agradecido por lo que haces por él, aunque no estoy seguro de que esté muy a gusto, ya que por alguna razón ha dejado de cantar.

La segunda le mostró la suya, en la que el pajarillo había crecido notablemente; estaba bastante gordo y apenas podía moverse en su pequeña jaula.

- Veo que el tuyo está bien alimentado, diría que demasiado. Y tampoco canta. Parece que para ti el amor es dar en exceso, lo que a la larga no será bueno para ambos. Le has dado tanto de comer que este animalito ya no podrá salir de su jaula y tendrás que romperla si quieres liberarlo. Está incómodo y de mal humor. Míralo, lo suyo es simplemente esperar, no le has enseñado a hacer otra cosa. Haz como tu hermana, dale más espacio y menos comida. Tal vez acabe cantando para comunicarse contigo… o porque es más feliz. Tú también tendrás que aprender a observarlo: quizá quiera otra cosa.

La tercera le mostró su jaula vacía, y entre sollozos le contó que quería tanto a su mascota que cada día lo sacaba de la jaula y la tenía un rato en sus manos. Pero un día pensó que tenía frío y la cobijó bajo su abrigo, y cuando quiso darse cuenta había muerto.

- No llores, pequeña, dijo el preceptor. A veces el amor es como un pajarillo en nuestras manos: si la abrimos demasiado echa a volar, pero si lo apretamos mucho se muere. Te regalaré otro y sabrás ahora como cuidarlo. El pobrecillo ya te ha enseñado lo más difícil del amor.

La cuarta niña también le mostró su jaula vacía, pero la expresión de su rostro no era de tristeza, sino de pícara alegría.

- ¿Y tú qué me cuentas?, preguntó el sabio.

La niña le hizo un gesto y se acercó a la ventana. La abrió, sacó un puñado de granos del bolsillo y lo esparció en el alféizar. Unos segundos después, cinco o seis pajaritos se posaron allí y no dejaron ni un solo grano. Después volaron a un árbol cercano, desde donde llegó hasta la habitación un concierto de gorjeo y silbidos.

- ¿Uno de esos es el tuyo? volvió a preguntar el maestro.

La niña asintió.

- El mejor amor es el que se vive en libertad. Cada amor es diferente, pero a la vez ese amor es único. Espero que lo hayas hecho porque amar a un animalito no es lo mismo que el amor entre ellos. Lo has dejado en libertad para elegir, y creo que ya ha hecho amigos y tiene pareja, pero también te quiere a su modo y te devuelve amor en su canto. Si llegas a amar así serás feliz.



FUENTE: http://www.razonalo.com/